“OFELIAS”: LA LOCURA EN ESCENA




Por Jorge Ladino Gaitán Bayona
(Integrante del Grupo de Investigación de literatura del Tolima de la UT,
jlgaitan@ut.edu.co)

Edgar Allan Poe expresó en cierta ocasión que “la ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia”. Se trata de la locura genial (no la que se reduce únicamente a lo patológico) como estado privilegiado de la sensibilidad y el intelecto para explorar los abismos del ser, la sociedad y el propio arte. Ella, como punto de mira, discurso transgresor de la resignada normalidad (la mirada de Foucault), desdoblamiento y violación de la ley de lo uno, es la que nutre la dramaturgia y puesta en escena de “Ofelias”, obra del Grupo de Teatro de la Universidad del Tolima, cuya estreno fue el 20 de marzo del 2006 y a diciembre de 2009 registra veintidós presentaciones. La obra, que continuará en repertorio en el 2010 junto a otras de la UT, ha sido exhibida en el IV Festival Internacional de Teatro del Oriente Antioqueño en el 2007, en el Festival Internacional de Teatro Alternativo en el 2008 en Bogotá, igualmente en festivales universitarios, el Teatro Tolima, colegios e instituciones del departamento.
La dramaturgia, a cargo del maestro Javier Vejarano y María Gladis Pacheco Rojas (la actriz de la obra y quien en la actualidad adelanta como trabajo de grado una investigación sobre el teatro en el Tolima), justamente en su aspiración de romper con el sujeto único de la escritura y del monólogo retoma tanto Hamlet y sonetos de Shakespere, como también “Ofelia o la madre muerta” del chileno Marco Antonio de la Parra, y poemas de Arthur Rimbaud y Miguel de Unamuno en torno a la invención del dramaturgo inglés. Del mismo modo, se usan textos de El Agua y los sueños de Bachelard en aras de que, junto con los anteriores más las invenciones de los tolimenses, se den vida y exploren a cuatro Ofelias (representadas en una sola actriz) que instalan y subvierten al conocido personaje femenino de Shakespere que se suicidó en las aguas, en parte por las acciones y omisiones de Hamlet. De este modo, toda la obra desdobla en escena a varias mujeres de tiempos y lugares que se mezclan, las cuales ponen en cuestión el ser femenino, la sexualidad, la locura y la voluntad de muerte, al tiempo que tejen una suerte de diatriba contra el príncipe danés.
Ante el espectador desfilan diversas Ofelias que aparecen y desaparecen en ocho cuadros tocando su sensibilidad y poniéndolo a reflexionar sobre la Ofelia original, la que la duplica en su sumisión (la monja), la que tiempo atrás se reveló contra la pasividad y engendró muerte en vez de aceptarla (una amazona), la que castiga a Hamlet en diversos cuerpos masculinos (una sadomasoquista) y la que trata de comprender las causas del suicidio (una psicoanalista). Son actantes–en su mayoría paródicos- que juegan a celebrar y a la vez trasgredir el modus vivendi del modelo original, para dramatizar la complejidad del universo femenino que no se reduce al dilema del ser y no ser.
Cabe indicar que, aparte de la belleza y riqueza simbólica de los textos, hay fuerza actoral en María Pacheco para darle matices en la voz, los gestos y movimientos a las Ofelias que representa. Obviamente se trata de una actriz que, desde el teatro universitario, adelanta su proceso de formación, con muchos aprendizajes por lograr en el futuro y con un potencial prometedor que ojalá derive en profesionalización. Es de resaltar, en todo caso, sus logros presentes: la confianza que se tiene en las tablas; la energía que le imprime a sus personajes, los riesgos asumidos bajo la batuta de su director, pues, como bien apunta Wilson Hernández, director del Grupo de Teatro de la Universidad de Ibagué, “se atreve a hacer un tipo de teatro complejo y el resultado es un trabajo limpio y honesto”. Es de valorar, además, su capacidad de poetizar los objetos en escena; de este modo, por ejemplo, una sola lámpara que manipula la mayor parte del tiempo se asume como cuerpo de hombre, a veces ventana, en otras vestido, e incluso escenario donde unos títeres y una muñeca escenifican la muerte del personaje (en cierta forma es el teatro dentro del teatro como en Shakespeare). Los espacios donde no está a ojos del espectador (obligados en todo caso mientras en tras-escena debe cambiar su indumentaria) son, por un lado, llenados con música para generar el tránsito, y por el otro, operan como dispositivos de un negro estratégico que invita a pensar lo visto en cada cuadro.
Vale destacar, finalmente, la labor de dirección del maestro Javier Vejarano, la complejidad de su propuesta estética, el refinamiento que le ha venido dado a la obra tras cada puesta en escena, si bien, en ocasiones, falta todavía sincronizar mejor la música y los cambios de luces para armonizar mejor las fichas que componen el todo. Esta creación dramatúrgica, como otras que ha montado en la Universidad del Tolima, da cuenta de alguien que no se limita a ejercicios actorales, sino que le apuesta a obras complejas y que exigen múltiples ensayos y reformulaciones para pretender permanecer en el tiempo (de ello da cuenta “Ofelias” con veintidós presentaciones y aún en repertorio). Su misma impronta como maestro puede verse en la huella que ha dejado en otros actores que finalizada su carrera universitaria asumieron también el teatro como vida y destino, caso por ejemplo de Alexander Torres, ahora director de Probeta Teatro, corporación que no sólo ha puesto en las tablas diferentes piezas dramáticas, sino que también ha impulsado la labor cultural en el departamento mediante la organización de festivales.

Tomado de: Facetas, El Nuevo Día, el periódico de los tolimenses. Ibagué, 10 de Enero de 2010

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